Descripción
En el transcurso del siglo XIX se hicieron comunes en el seno de la entonces puritana sociedad española una serie de diversiones y festejos en los que el decoro y la moral brillaban por su ausencia en la mayoría de las ocasiones. Dentro de estos novedosos entretenimientos se encontraban los populares bailes de máscaras, que alternaban con los bailes de sociedad y eran practicados asiduamente sobre todo por las nuevas generaciones de nobles y burgueses. Se convirtieron en la forma más natural de comunicación entre los diferentes sexos, utilizando el disfraz como excusa perfecta para poder acercarse físicamente a la otra persona sin ser reconocido ni mancillado el honor de ambos (debe recordarse que en estos años era prácticamente imposible mantener contacto a solas con el otro sexo), algo muy a tener en cuenta en esta época
caracterizada por guardar las apariencias y mantener una visible castidad. Es por ello por lo que este tipo de fiesta se consideraba como la doble cara de una misma moneda,
por una parte, sustentada y alentada por las autoridades al ser reconocida como propia de la clase alta y por otra, marcada por una serie de críticas que se harían visibles en
tratados, prensa e incluso en algunos bandos por los escándalos que en la mayoría de las ocasiones allí tenían lugar.