Descripción
Tocar no implica necesariamente el contacto táctil de los cuerpos, sino que es un toque directo al interior del cuerpo, al ser sensible, desde el alma. El cuerpo en su sensibilidad toca con su existencia la danza y el movimiento que el intérprete proyecta hacia la exterioridad. Con la experiencia del cuerpo sensible que los otros proyectan y
exponen al son del movimiento, las coreografías evocan aquello indecible de la imagen-cuerpo-movimiento. El alma vendría a ser una suerte de extensión que logra entrar en los demás cuerpos hasta tocarlos, cautivarlos, estremecerlos y remecerlos. El ser externo y sensible del cuerpo es lo que toca y es lo tocado por otros cuerpos. Porque la
experiencia del toque es recíproca: debe tocarse para lograr tocar, sentirse para hacer sentir y conmoverse para conmover. El cuerpo en sensación con la danza, siente lo
que expresa, experimenta emociones reales y profundas que resuenan en su interior, siendo dirigidas fuera de él desde la exposición de su corporeidad y la extensión de su
ser interno que es tocado por el sentido del propio cuerpo.