Descripción
Dentro de la “subcultura” de la danza, existe el prejuicio de la “caducidad” del interprete en relación a la posibilidad de movimiento de su cuerpo. Arbitrariamente, somos los mismos bailarines que nos ponemos una edad límite para nuestro desarrollo profesional, alrededor de los 40, considerando que el cuerpo acumula experiencia, técnica y, por lo mismo, con el tiempo se desgasta. Desde este lugar surge la pregunta de que si la danza es un aporte para el cuerpo, o más bien lo desgasta.