Descripción
La cultura de la instantánea nos fuerza a identificar la belleza con una imagen estática. Sea una fotografía de prensa, unos fotogramas de película o unas décimas de segundo de televisión, el rostro bello, el cuerpo bello pasan ante nuestros ojos arrastrados por el flujo velocísimo de la no-experiencia audiovisual y, sin embargo, paradójicamente fijados en su apariencia, como si no les afectara la insólita velocidad de ese flujo, la implacable irreversibilidad de la vida y de la historia.