Costumbres como los rituales de sanación de mal de ojo y espanto nos llevan a aquellos pueblos del margen del río Timbiquí donde aún se conservan hábitos que fueron heredados por generaciones y que tienen su origen en Africa, lugar de donde proviene no solo la raza sino muchos de los conocimientos y tecnologías que hoy hacen parte de nuestra cultura. Lugares como este, alejado y selvático revelan ciertas tradiciones que se han sabido guardar como lo es el baile del Bambuco viejo, una danza que nació entre hombres y mujeres esclavizados en el siglo XVIII en el Cauca y que es madre de muchas danzas del pacífico como lo son el currulao, la bambara o la moña. Sin embargo, estas comunidades se ven amenazadas por la explotación minera; de la misma forma que las comunidades que habitan las montañas del norte caucano (Suarez, Buenos Aires) y del sur del valle del río cauca ( Robles, Puerto Tejada, Villa Rica y Santander de Quilichao).
Sus habitantes, campesinos y pescadores se liberaron del yugo esclavista gracias al manejo profesional de su machete, técnica de defensa que se llamó la Esgrima y que usaron los hijos de esclavizados para participar en las batallas libertadoras y contribuir con la independencia del país. Hoy estas prácticas se han fusionado con manifestaciones danzarias del pasado como los torbellinos y revelan las maneras del afrocolombiano del siglo XIX. El pasillo, el bambuco viejo, los torbellinos: caucano o de calle, así como los bailes improvisados de las jugas que acompañan los toques campesinos de violín en las verbenas o fiestas de adoración navideñas, nos permiten reconocer un mundo rico en expresiones, que requiere de la danza y el baile para respirar libertad y olvidar las penas; que se enseña de generación en generación y que pervive como testimonio de una raza que siempre ha sido libre de pensamiento, creadora al máxime y alegre a pesar de su dolor.
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=5SPC6WcSYrw