Descripción
El arte es el mayor desarrollo posible de las capacidades humanas. La danza, una de sus formas plásticas, que involucra de entrada al cuerpo humano, permite la emancipación resiliente de cuerpos que han sido moldeados por el poder, en particular el cuerpo fracturado y desaparecido de las víctimas del conflicto armado. La reflexión se ancla en Colombia, un país que ha vivido una guerra interna desde hace 50 años y donde las víctimas se cuentan por millones. El postulado principal consiste en que el arte y la danza son poderosas herramientas para la construcción de la paz en situaciones de violencia y conflicto. Usadas convenientemente, intervienen en los procesos de reconciliación en sociedades que han vivido conflictos bélicos, mediando entre las víctimas de un conflicto y la sociedad donde transcurre. El arte y la danza ayudan a las víctimas a emprender el camino del duelo a través de la paz imperfecta y el empoderamiento pacifista. Los procesos de paz imperfecta sirven para dar una nueva visibilidad a las víctimas y transformar esos cuerpos adoloridos e invisibilizados en cuerpos vividos. Sin embargo, un elemento fundamental en el camino de (re)construcción y afianzamiento de su identidad y de su subjetividad es la participación activa de las víctimas en el proceso creativo: su voz debe primar en los proyectos e intervenciones artísticas. Solo así, cuando el dolor se hace propuesta, las víctimas le encuentran sentido a su propia condición. De esta manera, recuperan, a través del arte, su dignidad moral y su condición de ciudadanas dotadas de una fuerza ética que moviliza para generar transformación social. A través de la descripción y el análisis de las formas específicas como distintos coreógrafos y diversas obras de danza han asumido un conflicto particular fue propuesto el marco inicial para generar categorías de análisis artísticas. La creación de un relato literario (que traza el proceso vivido por un grupo de mujeres negras desplazadas por la guerra en Colombia) y una coreografía creada con éstas a partir del mismo relato nos permitieron verificar estas hipótesis. El Cuerpo empoderado crea las condiciones para desarrollar procesos de transmutación que se plasman en expresiones artísticas, en este caso, una obra de danza contemporánea. Es un cuerpo victorioso frente a la adversidad. El cuerpo se hace lugar y medio de comunicación, surgen narrativas corporales cuyas lingüísticas pueden ser encontradas en los cánones de la danza contemporánea. La danza devela nuevas corporalidades, artísticas (metafóricas) o reales (físicas), para recuperar los territorios perdidos de las víctimas, para exorcizar sus cuerpos marcados por la guerra, para rescatar su memoria ancestral. La danza, finalmente, sirve para recuperar las historias perdidas y devolver a las víctimas su capacidad de expresión y su libertad, truncada por el acontecimiento brutal de la violencia. Como narrativa corporal, la danza aporta desde lo simbólico una incuestionable creación de sentido para que las víctimas puedan recobrar un cuerpo olvidado y desechado, en un proceso donde el poder del goce y el de la belleza sirven como agentes transformadores.